24.2.13

Ay hombre...

 
EL VIEJO MIGUEL
- ADOLFO PACHECO -

Hay buscando consuelo, buscando paz y tranquilidad,
El viejo miguel del pueblo se fue muy decepcionad (bis)
Yo me desespero y me da dolor por que la ciudad,
Tiene su destino y tiene su paz para el provinciano (bis)
Me queda el recuerdo deleble de una amistad
Que deja en la tierra querida de sus paisanos (bis)


A mí pueblo no lo llego a cambiar ni por imperio
Yo vivo mejor llevando siempre mi vida tranquila (bis)
Parece que Dios con el dedo oculto de su misterio
Señalando viene por el camino de la partida (bis)
Primero se fue la vieja pal cementerio
Y ahora se va usted, solito pa Barranquilla (bis)

Hay se acabo el dinero se acabo todo hasta el purrufero
Del techo seguro como el adero de la paloma (bis)
Pero eso no importa por que es mejor empezar de nuevo
Cual la flor silvestre que renovar es mejor su aroma (bis)
Todavía le quedan amigos allá en el pueblo
Y hasta el forastero pregunta por su persona


Hay Luis Felipe Rojas llora y por dio a mi me emociona
El tener que darle mi mas triste despdida
Adiós San Andrés, tu animador te abandona
Adiós 16 de agosto adiós alegría
Ya no tocara la banda hay la banda de Pedro y Petrona
Adiós pacorara me voy de esta tierra mía

listen:

Claro Cotes - El Viejo Miguel
Hermanos Zuleta - El Viejo Miguel
Juan Piña & Rodrigo Rodriguez - El Viejo Miguel
Julio Rojas & Javier Vega - El Viejo Miguel
Lisandro Meza - El Viejo Miguel
Noel Petro - El Viejo Miguel
Omar Geles - El Viejo Miguel
Roberto Torres - El Viejo Miguel
Rodolfo Aicardi Con Los Idolos - El Viejo Miguel
 
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ADOLFO PACHECO
El compositor sabanero de "La hamaca grande" 
  
Adolfo Pacheco Después de que el sanjacintero Adolfo Pacheco Anillo saboreara la fama como el compositor de los Montes de María y se internacionalizara con La hamaca grande, El viejo Miguel, El mochuelo y Mercedes, entre otras canciones, cayó en cuenta de que su papá tenía razón: debía estudiar Derecho.

Fue por ello que ingresó a la Universidad de Cartagena a los treinta y seis años de edad y se graduó de abogado a los cuarenta y tres años, ya casado con Ladys Anillo, también abogada. 

En su juventud sólo soñaba con ser músico; y el viejo Miguel (su papá), a quien le compuso precisamente la canción que se titula así, se empecinó en no apoyarlo. Él asociaba la música con el ron. 

Y así se la pasó hasta que un día tuvo que aceptar que su hijo había nacido para la música. Todo se dio cuando el negocio de víveres que tenía en San Jacinto empezó a decaer. Para ese entonces, Adolfo había terminado su bachillerato en el Colegio Fernández Baena en Cartagena y estaba estudiando Ingeniería Civil en la Universidad Javeriana en Bogotá, donde cursó hasta segundo año y de paso aprovechó sus ratos libres para tomar clases de guitarra. 

El viejo Miguel tenía que sostener a cuatro mujeres que le habían dado diecisiete hijos y no podía seguir costeando sus estudios en la capital. Esta situación obligó a Adolfo a regresar a su pueblo, donde empezó a trabajar como maestro de primaria. 

El magisterio lo alternó con la música. No paraba de componer canciones, y los fines de semana los dedicaba a cantar sus temas en los pueblos aledaños, al lado de sus entrañables amigos Nasser Sir (guitarrista de Los Isleños), Nelson Díaz (saxofonista), Andrés Landero (acordeonero y cantante) y su compadre Ramón Vargas (acordeonero), quien falleció el año pasado de cáncer. De la gran amistad que tuvo con el último de ellos nació en 1969 la célebre canción La hamaca grande. Fue a raíz de la exigencia de su compadre, de que Adolfo le compusiera un vallenato. Por eso la primera versión de esta canción decía: Compadre Ramón no me esté diciendo que yo le componga vallenato al son. 

Después la cambió por la que hoy es el paseo que lo ha hecho famoso en el mundo hispano y lo han grabado Andrés Landero, Johnny Ventura y Carlos Vives. 

El título del tema se lo puso Edgardo Pereira durante una parranda en su finca en San Jacinto. Él dijo: Pero si el nombre está en la canción. La hamaca grande. 

Cada composición de Adolfo, de las ciento veintiséis que lleva grabadas, tiene su propia historia. El viejo Miguel es un canto a la nostalgia. El tema lo escribió cuando su papá dejó al pueblo por la ciudad. Escogió a Barranquilla, y allá en San Jacinto se quedó él, con muchos de sus hermanos, y su mamá, Mercedes, quien fue la primera que se fue pal" cementerio. 

Mercedes es, para él, un nombre dulce. Representa la bondad de una madre. Así también se llama la última mujer del viejo Miguel, a quien aprendió a querer porque cuidó a su padre durante sus últimos años.
Con ese nombre bautizó una canción que le hizo a una novia que no quería que le divulgara su identidad. Fue un amor frustrado, antes de su matrimonio. Porque desde el momento en que conoció a Ladys, su vida cambió. 

Al principio los papás de ella no lo querían porque era bohemio. Inclusive, Ladys duró dos años para aceptarme como novio. Me veía folclórico y además yo ya tenía cinco hijos. Pero poco a poco la fui conquistando y al mismo tiempo a cada uno de los miembros de su familia. 

Con ella lleva veintitrés años de casado y dos hijos. Le ha compuesto diecinueve canciones, y una de ellas es El tropezón. Precisamente narra cómo sus papás la separan de él mandándola a Bogotá. 

Adolfo es una mezcla de blanco con negro e indígena. A lo largo de su vida ha estudiado el origen de sus antepasados. Mi bisabuelo paterno era de Ocaña y llegó a San Jacinto, por allá en 1850, durante la fiebre del tabaco. Era blanco y pecoso, y varios años después se casó con Crucita Estrada, una negra recién liberada de la esclavitud. Ella se hizo famosa porque hacía unos bollos deliciosos. 

Su abuelo paterno, Laureano Antonio Pacheco, fue quien descubrió en él su inclinación por la música. Era tambolero de gaita. Y su mamá cantaba a voz en cuello, pasillos, vals y boleros, pero en el patio de su casa.
De sus recuerdos infantiles aún tiene fresco en su memoria el primer verso que hizo a los seis años de edad. Es un canto indio en ritmo de puya, y que algún día terminará de componerlo. 

Amigos tiene por montones: en la sabana, aquí y en muchos lugares del país. Porque él es amigo de sus amigos. Entre los más allegados está Andrés Landero, quien le ha interpretado gran parte de sus composiciones. 

Estando en Bogotá -en su época de estudiante- fue donde Adolfo escuchó, a través de una emisora, el tema Tristeza que le había grabado su amigo. 

Lo que sintió fue indescrip-tible. De inmediato compró el disco, de 78 revoluciones. Era un paseaíto, que él mismo define como un ritmo entre chandé y paseo. O sea una guaracha mal tocada.
Esa fue su primera producción artística grabada por Andrés Landero, y desde entonces él lo acompaña en todas sus parrandas. El día del homenaje en el Amira de la Rosa estuvo a su lado, cantando con el alma sus canciones. 

Los temas de este maestro del folclor han sido grabados además por Otto Serje y Rafael Ricardo, Nelson Henríquez, Daniel Celedón e Ismael Rudas, Los Hermanos Zuleta, Diomedes Díaz, Carlos Vives, Johnny Ventura, Los Melódicos y Moisés Angulo. 

Aparte de la música, Adolfo es un enamorado de la política. Fue Concejal de San Jacinto, Diputado del Departamento de Bolívar, Secretario de la Asamblea de Bolívar y Director de Tránsito de Bolívar.
Su viejo amigo Régulo Matera, Diputado del Atlántico, se lo trajo para Barranquilla hace dos años, y aquí está como secretario de la Asamblea. 

Cincuenta y ocho años de edad, madrugador, poco trasnochador, contador de anécdotas -de él y de sus amigos. Este es el perfil de Adolfo Pacheco, el compositor sabanero a quien la musa le llega de los Montes María; y de cada estado de inspiración siempre hay una producción poética, como lo es él en toda la esencia de su ser. 

Por: Loor Naissir (*Tomado de El Heraldo, 990703)



Lisandro Meza y su Exito original  
El Viejo Miguel de la autoria de Adolfo Pacheco.


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